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miércoles, 6 de marzo de 2013

Sin Dios, sin Patria y sin Rey...



...y sin pensión. Así me temo que serán los años que me quedan (a mí y a mi generación). El sueño de todo joven anarquista hecho realidad a los cincuenta años. Mira que es perra la vida. Cuando envejeces es cuando más falta te hace la tradición, el orden, la ley … Junto con tener un baño siempre  cerca  son las cosas que hacen el mundo más seguro a esa edad. Ya ni eso nos va a quedar. Vean si no:


Hace unos días se hizo efectiva la renuncia del Papa al trono de San Pedro. Anteayer asistimos en el Congreso a una representación  más de esta Comedia del Arte en la que se ha convertido el proceso de disolución nacional. Tenemos un Rey que va de aquí para allá haciendo pucheros. Parece, en palabras de Carlyle, “el más triste de los hijos de Adán” y no el digno representante de una de las naciones más ilustres del planeta.

Los tres poderes que encarnaban el  Ancien Régime y que, mutatis mutandis, habían sobrevivido hasta nuestros días, se tambalean ahora bajo el peso de sus contradicciones: Un Papa que “cesa”, cuando solo Dios puede cesarlo, un rey que pide perdón, cuando su persona no está sujeta a responsabilidad y una patria que intenta mantenerse unida recurriendo al federalismo. Es lo que pasa cuando en ese  afán por modernizarse, se adoptan comportamientos contrarios a la esencia de la institución  que se representa.

¿Qué significa ser Papa? En esencia, el Papa es el único autorizado para  interpretar y transmitir el mensaje divino. Dios habla a través del Papa porque Dios lo ha elegido. El Papa no puede dimitir bajo ningún supuesto porque estaría cuestionando el deseo de Dios. Es así de sencillo. Justificar la decisión del Papa apoyándose en argumentos mundanos, como mala salud, incapacidad mental, cansancio y demás sin duda lo hace más humano y lo acerca más al pueblo pero al mismo tiempo, transforma profundamente la esencia de la Iglesia, que no es otra que  la de transmitir inmutable el mensaje divino a través  los siglos, ajena al devenir humano, a sus alegrías y a sus miserias y para ello no puede contagiarse de las mismas dolencias que aquejan a aquellos a los que va destinado dicho mensaje. La Iglesia, si quiere sobrevivir, debe parecerse más a Dios y menos a los hombres.

Otro tanto sucede con la Monarquía y no sólo con la de aquí. Es cierto que su encaje en las sociedades modernas es más difícil que el de la Iglesia. Sus atribuciones históricas las ha asumido el pueblo soberano. Pero eso no justifica que sus miembros tengan que imitar la conducta del populacho en un intento desesperado por parecer campechanos y ganarse su favor. Matrimonios por amor, tráfico de influencias, saqueo de los fondos públicos, amantes en las portadas del Hola… tales actuaciones estaban reservadas al pueblo. No es que la monarquía no las practicara  -lo ha hecho siempre-, es que no lo hacía de forma tan chabacana. Es más una cuestión de estética. Y es ese frívolo comportamiento y no los republicanos trasnochados,  el que hará caer  la monarquía.

La vulgaridad también se está adueñando del discurso en torno a la Nación. Nada más propio de los incultos  que creer que si se trocea un Picasso en cuatro partes se tienen cuatro Picassos.

Solo los individuos de la más baja estofa desdeñan  la Historia,  quien sea que la protagonice, solo los ignorantes se atreven a caricaturizar los acontecimientos históricos y solo los menguados de espíritu se avergüenzan de su Historia.

Este comportamiento, aceptable en las tabernas, se asume sin pudor por los destripaterrones que dicen representarnos y que se lo van a llevar todo por delante.

Menuda vejez. Espero que al menos haya alguna aplicación que me indique cual es el baño más cercano.
 

Merlot




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