Esta noche Amalauva al completo se sienta alrededor de tres vinos que esperan para ser
juzgados. Majestuosos e imponentes los miembros del tribunal observan severos
las diferentes botellas. Acuerdan el
orden de cata. El juicio va a comenzar.
Silencio.
Descorchamos una botella de Flor del 2012 que llega desde
las laderas del Guadiana a su paso por Almendralejo (Badajoz). Hecho 100% con
Tempranillo. Igual que en la Santísima Trinidad hay tres personas en una, en el
Flor 2012 hay tres vinos en uno pues es
el resultado del ensamblaje de tres
elaboraciones diferentes, una carbónica, una tradicional y otra maloláctica.
A la vista es clarito, sonrosado. Se aprecia lágrima no
demasiado densa. A la nariz saltan juguetones aromas florales y a fresas. En ningún momento da la sensación de
que tenga 15º como anuncia la etiqueta. En la boca resulta liviano, acuoso, de
cuerpo quebradizo. Casi más parece una infusión de vino o incluso, más
acertado, el liquidillo final de los “flashes” que sorbíamos de pequeños. A
pesar de no ser lo que esperábamos, no podría haber mejor compañero para la mermelada de violetas con
que acompañamos el foie que hemos elegido como aperitivo para esta noche.
Un vino bueno sin más
Al Flor del 2012 le sigue, tras haber estado 6 meses en
barrica, un Melior 2012 de Matarromera, elaborado con
Tempranillo y Cabernet Sauvignon. Tiene un precioso color a piel de ciruela
madura. Es brillante y limpio. Muy cubierto y sólido. La fruta madura invade la
nariz despejando la entrada a los aromas
aportados por el roble americano, un poco de café aquí y un poco de vainilla allá.
Dentro de la boca es voluminosos, casi sólido, muy intenso. Hay algo fresco y
mucha presencia de la fruta con toques típicos a madera. El recuerdo del trago
es largo y persistente. Muy buen vino.
El siguiente en subir al estrado es una de las 13000
botellas de Gran Abadengo Reserva 2005 que hay en el mercado. Es un vino
salmantino elaborado con uva Juan Garcia de cepas centenarias. Afinado durante
18 meses en barricas de roble rumano. Si, si, rumano.
Sus 14,5º se traducen en una delicada lágrima que desciende
por el cristal hasta tocar la superficie del vino. El perímetro granate intenso
va degradándose hasta el cereza brillante del centro. En nariz es delicado y cálido.
Aromas a mermelada de fruta y almíbares se
entremezclan con los frutos secos, la vainilla y sobre todo un persistente
aroma a pimienta. Una envolvente danza de olores que cambia a cada momento. En
boca tiene el tacto de la miel. Muy equilibrado, redondo, sin asperezas. Vuelve
a sobresalir la pimienta por encima de toques a café y vainilla. También hay
algo picante, como a curry. Paso de boca suave y despedida larga. Grandísimo
vino.
Se levanta la sesión. Hasta la próxima.
Merlot.
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