Con el
desarrollismo de los años 60 del siglo pasado los españoles, mal que bien,
fuimos tirando durante tres décadas más. Nos podía gustar más o menos,
generábamos más o menos riqueza,
convergíamos más o menos con Europa, pero qué demonios, era lo que dábamos de si, el reflejo de lo que éramos.
convergíamos más o menos con Europa, pero qué demonios, era lo que dábamos de si, el reflejo de lo que éramos.
El vino natural es
el resultado de la fermentación del azúcar de las uvas llevado a cabo por las
levaduras salvajes presentes en el hollejo. Nos podrá gustar más o menos, podrá
agradarnos al paladar más o menos, podrá dejarnos un dolor de cabeza más o
menos grande, pero así es el producto que puede obtenerse, es el reflejo de lo
que las uvas son.
Llega un momento en
el que para mejorar la calidad tanto de nuestra economía como del vino es
necesario introducir nuevas técnicas y adoptar medidas originales. Lo que ocurre es que la línea que separa lo natural de lo adulterado
es muy delgada de tal forma que si la manipulación es excesiva lo que se comete
es un fraude.
Existe fraude en el vino y tristemente nos damos cuenta de que también lo ha habido en este proceso
de unión monetaria protagonista de la mayor sacudida de la economía española
desde la llegada del oro y la plata americanos. En ambos, en el vino y en
nuestra economía, las técnicas fraudulentas son asombrosamente parecidas:
Para que aguantaran
los viajes en alta mar a los vinos se les añadía destilados de la uva de mayor
graduación alcohólica. Este proceso se denomina fortificar. La economía
española sufrió durante la primera legislatura de Aznar un proceso similar, con
duros ajustes, que permitieron fortalecer la economía española con vistas al
largo proceso de convergencia con Europa y así poder entrar en el euro.
Otra medida fraudulenta
es la de añadir agua al vino. Se conoce con el nombre un tanto pijo de
humidificación, no sé que de malo hay en el termino aguar, mucho mas campechano
e indiscutible. En la economía española esta técnica se conoce con el preciso
nombre de “llegada masiva de ahorro alemán, bajada del euribor y subida
sonrojante de precios”. Al igual que más agua en el vino permite beber más para emborracharse, más dinero en el sistema
permite endeudarse más para gastar más. En principio esta técnica no nos
resultó sospechosa, es más gozamos de sus efluvios hasta atontarnos. Igual que
los griegos que creían de barbaros no aguar el vino, a nosotros nos pareció
“demodé” no disfrutar del crédito fácil
y barato.
El fraude en el
etiquetado se produce cuando se falsifican etiquetas de vinos caros y se pegan
en botellas que contienen vinos más baratos. Nuestra economía fue victima de esta técnica por partida doble: por un lado, y de la noche a la mañana pasamos a
tener la misma moneda que los alemanes.
La madre que nos parió. Ahí estábamos los españoles, sacando de la cartera los
mismos billetes que los franceses. Chssss, camarero, esta la pago yo! Por otro
lado, las agencias de calificación, ni
cortas ni perezosas, y en un claro ejemplo de dejación de funciones, nos
etiquetaron como país solvente al mismo nivel que Alemania, santificándonos en el altar de los
mercados.
La mezcla de vinos
procedentes de uvas de distintas Denominaciones de Origen también se considera
un fraude. A estas alturas de la película, tras varios cortes y recortes,
caemos en la cuenta de lo perjudicial que ha sido esta medida para nuestra
economía. No ya porque al unir nuestra moneda y por tanto nuestra política
económica a la de alemanes y franceses corríamos el riesgo, como así ha sido,
de convertirnos en cola del león, sino
que al fundirnos con griegos, chipriotas, portugueses, nos trocamos en cabeza
de ratón, es decir y si se me permite la expresión, el mejor peor de la clase.
Por último, una de
las formas mas peligrosas de fraude consisten en la adición de sustancias
peligrosas al vino tales como plomo y metanol con el fin de hacerlos mas dulces
y alcohólicos. También se ha utilizado esta técnica manipuladora en nuestra
economía con el fin de hacérnosla más digerible, para ello se han añadido
ingentes cantidades de una sustancia absolutamente prohibida por las más
elementales normas de convivencia: mentiras, mentiras y más mentiras.
Merlot.
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