Para esta nueva cita con el vino decidimos arriesgarnos con denominaciones de origen menos conocidas y con nuevas variedades de uva. Dejar durante un tiempo los riojas, riberas y manchegos que tan presentes han estado en las últimas catas. También decidimos aparcar los ibéricos que tanta adicción estaban provocando.
No obstante y para que no nos resultara tan difícil desengancharnos, los sustituimos por unos quesitos, bah, poca cosa: un cantal, un pecorino (al que habían añadido trufa, que ocurrencia verdad?) y otro queso italiano llamado ubriaco que en la lengua del país significa borracho quizá porque cuando es joven se remoja en vino, se cubre con el orujo de las uvas prensadas y se deja madurar de 6 a 10 meses.
Reunidos en torno a una mesa al aire libre y con ese monstruo de mil ojos -como alguien definió la noche- observándonos abrimos la primera botella,
Baltasar Gracian viñas viejas 2009 DO Calatayud
Este vino procede de viñedos de bajo rendimiento plantados a altitudes de hasta 1.100 metros, donde las temperaturas son extremas y los suelos rocosos y pizarrosos. Esta zona está especializada en la elaboración de la variedad Garnacha, autóctona de la zona desde hace más de 2.000 años, sus vinos de cepas de unos 80 años son su principal identidad. Como he dicho con este vino rompíamos con dos tendencias que estaban marcando las últimas catas: DO casi siempre Rioja y La Mancha y uva Tempranillo.
Al abrirlo ya detectamos nuevos aromas. Las miradas se llenaron de excitación, la conversación fluyó de un tema a otro, leímos poesía, alguien toco el saxofón y las mujeres cayeron rendidas a nuestros pies. Tralari que te vi…. perdón por la boutade, es que había cogido carrerilla y bueno…
El aroma era dulzón, como a fruta madura aplastada, también detectamos olores a hierba fresca pisoteada. El color rojo, limpio y brillante como el papel de charol que utilizábamos en el colegio. En la boca se muestra ligero, pasa rápido acariciando el velo del paladar , no se, uno asocia lo de viñas viejas a algo mas complejo, como corresponde a la experiencia. Esta complejidad si está presente en el aroma pero en boca quizá se muestre más jovial y no tan cascarrabias como cabría esperar. En líneas generales es un buen vino y con el que descubrimos aromas diferentes. Hay que reseñar que aunque al principio y debido a los quesos, perdimos un poco la concentración, nos sobrepusimos inmediatamente y el vino volvió a recuperar el primer plano.
La segunda botella también cumplía los requisitos para acompañarnos esa noche: nueva DO , Ribeira Sacra y variedad diferente, 100% Mencia:
Regina Viarum Mencía
Tambien de un color muy bonito, rojo brillante , todos coincidimos en la presencia de aromas a vainilla sin embargo y a diferencia del vino anterior no nos pusimos de acuerdo en nada más, para uno había toques salinos y a marisco, para otro a verdura cocida, a otro le recordaba a trigo recién segado.
En la boca irrumpía con intensidad . Con paso aterciopelado y gusto prolongado. Un poco ácido al final.
Todos coincidimos en lo bien que maridaba con los quesos.
Como íbamos "sobraos" decidimos soltar un tercer toro, Montefusta Crianza 2006, que despachamos casi con desdén con tres capotazos. De primeras, tenía un olor a cerrado, un poco a tierra mojada, necesitaba airearse. En cuanto al color, nada especial que reseñar, rojo picota, limpio. Al moverlo en la copa fueron apareciendo los típicos aromas a café, caramelo, tabaco de los riojas clásicos. Nada mas que decir, salvo que por unanimidad y en un alarde de injusticia decidimos que este vino era la causa de que se nos trabara la lengua.
Hasta pronto.
Merlot.
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