Uno de los lemas de la huelga de hoy, 14-N, es “Que no te roben tu futuro”.
Tal consigna da por hecho dos cosas: primera, la existencia de un marco ex‑tempore donde aguardan los acontecimientos que están por venir y segunda, que merece la pena asaltar y robar lo que haya en esta especie de sala de espera. De hecho alguien, que la frase no identifica, ya está llevando a cabo el expolio, de ahí la convocatoria de la huelga.
Qué extraño. Ahora que a fuerza de malear el pasado habíamos conseguido cortarnos un presente a la medida resulta que es del futuro de lo que tenemos un conocimiento más seguro hasta el punto de apelar a él para justificar estas algaradas. A decir verdad, ya estaba un poco harto de vivir este presente vertiginoso en el que la realidad pasa de moda con extraordinaria rapidez y en el que cada suceso, visto desde el inmediatamente posterior parece de otro tiempo. Menos mal que tenemos un futuro prometedor, eso si, hay que protegerlo.
Esto de recurrir al futuro, así, sin más pistas, igual que recurrir a los sueños , es impropio de sindicalistas aguerridos, es más, cometen negligencia proletaria quienes fían su mejora presente al incierto futuro. ¿Dónde está la inmediatez de los lemas “Pan y trabajo”, o “Muerte al burgués”, o “Comecuras”? ¿Que será lo siguiente? ¿“Que no te roben a Harvey, tu conejo gigante invisible”?
A pesar de todo ello, codo con codo y con el sol naciente a sus espaladas, como si fuera una performance de “Germinal” , la famélica legión, con Cándido Méndez, transmutado en Lobezno, marcha dispuesta a defender con uñas y dientes ese futuro envuelto en algodón de azúcar al que tenemos derecho.
Lo que se nos olvida a todos en esta inactiva jornada es que no hay futuro, no ya porque los filósofos estén de acuerdo en su imposibilidad ontológica sino porque, aunque lo hubiera, hace tiempo que lo arrasamos. Suponiendo que en vez de ángel de la guarda tuviéramos un testaferro de la guarda cuya misión fuera custodiar nuestro futuro y todo lo que en él nos perteneciera, hace tiempo ya que firmó como avalista de nuestro presente y al paso que vamos no tardaran en desahuciarle.
Nuestro futuro ya nos lo hemos gastado. Transitamos ahora por una tierra que ya saqueamos. Despilfarramos el botín en tonterías que pasaban de moda nada más firmar el comprobante de la tarjeta de crédito.
De verdad que lo siento por el señor Méndez. Me cae simpático. Parece una versión achatada por los polos de Charlton Heston en Moises. Tanto empeño por llevarnos a la tierra prometida donde manan ríos de leche y miel y resulta que es un pedregoso erial.
Puede que más allá de este paisaje desolador se adivine algo de vegetación, incluso que oigamos el murmullo de algún riachuelo, pero ¡Quietos¡ esa tierra no nos pertenece, es de nuestros hijos. No queramos saldar nuestras deudas presentes con la excusa de que lo hacemos por su futuro.
Qué sabremos nosotros del futuro aparte de cómo saquearlo.
Merlot
P.D: Dos gracietas seguidas a costa de la misma persona no es propio de mí. Le pido perdón a Don Cándido
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