Descorchar este vino, es como sacar la vajilla de la abuela con el miedo de que alguien rompa un plato, tantos años cuidándola para que al final no quede nada.
Después de superar nuestros temores descorchamos la botella y no estaba picado… ¡bien!
Vertimos el contenido en el decantador y pronto el olor a cerrado (en este caso aromas a esmalte de uñas) desapareció mostrándonos lo que durante 16 añitos había guardado.
Color cereza muy oscuro como podíamos esperar. Un intenso aroma a melón muy maduro.
Madera, tabaco, complejo, todo un clásico. Tiene gran elegancia y ciertos aspectos aromáticos que evocan un perfume. De sabor largo al final sabe a pasas, pasas… Este vino invita al relax.
Como conclusión diré que es posible alargar la vida de un reserva y algunos crianzas más del tiempo recomendado de consumo siempre que se conserve en las condiciones óptimas de luz, temperatura y tranquilidad.
Mencía
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